Cristian Gómez O.


Cristián Gómez O. (Stgo., 1971) pierde a su hermano a los quince años. A los 27 sufre de crisis de pánico mientras se tomaba un café en Viña del Mar, acompañado de Marcelo Pellegrini e IsmaelGavilán. Tiene dos hijas. Estudia literatura, pero no se ha graduado.


Menciona a:

Héctor Figueroa
Marcelo Pellegrini
JaimeQuezada
David Bustos
Germán Carrasco

Poesía:

OSCURO COMO LA TUMBA
(Acción de arte, Cine Arte Alameda,
1999)

Cuatro tipos sentados en cuatro sillas
haciendo un semicírculo. Simulan ser una
familia. Al frente de ellos hay cuatro cadáveres
de gatos, crucificados y conectados a un interruptor
en la mano de cada uno de los individuos. En
cuanto la familia empieza a discutir, los ataques
mutuos se traducen en apretar el interruptor,
darle una sacudida eléctrica al gato que representa a
alguno de los aludidos, quien simula sufrir en su
propio cuerpo la descarga eléctrica. A medida
que la conversación (y las descargas) aumentan su
intensidad, los cadáveres se van, literalmente,
quemando. En el paroxismo de la disputa, el
padre se levanta y con una sierra –también
eléctrica– descuartiza a la madre (i.e., al
gato que la representa). Luego
el hijo hace lo propio con
el padre. Por último la
hermana menor completa el cuadro
asesinando al parricida –permaneciendo
como la única sobreviviente. Al
salir, son como las dos de la mañana
pero hay mucha gente en la calle de
ese sábado, nadie entiende nada. Algunos
en su incredulidad se van riendo. Otros
comentan que eso no es arte y más bien
parecen indignados. Yo fui solo y
salí solo.
EL JEFE DE OBRA O LOS MISTERIOS DEL HORIZONTE
(demasiados anhelos de escribir en el pasado)

Recuerdo, por ejemplo,
aquellas muchachas que alguna vez perseguimos
hasta sus casas, yo lo recuerdo, hoy son esas señoras
cargando con las bolsas del supermercado.

Nosotros somos un caballero en bicicleta con una
cortadora de pasto, nosotros que las perseguíamos
hasta sus casas, muertos de un ataque al corazón
por las deudas impagas del misterio

Yo lo recuerdo si miro al horizonte.

¿Era entonces en serio?

Las muchachas que perseguimos hasta sus casas
hoy tejen chalecos en una casa de reposo
cobran el montepío en un número de cuenta que no es
el nuestro
ni bañan sus espaldas con el aceite efímero de mis manos
para un sol que impertérrito nunca reparó en sus edades.

Pero si vuelvo a mirar al horizonte las veo otra vez
enemigas de lo absoluto, eternas humoristas
cuando el sol parecía brillar para siempre
en la falda más hermosa y la más vieja
de aquellas muchachas de antaño
casadas con un buen partido del ayer
antes de que el futuro sólo fuera esto.

Yo lo recuerdo, señor capataz.
Hoy soy esas señoras.
Cargando con las bolsas del supermercado.
Cada vez que miro al horizonte.

4 comentarios:

i dijo...

"ni bañan sus espaldas con el aceite efímero de mis manos"

lo mejor del poema.

baudelaire3 dijo...

Bueno, se agradece el comentario, ese poema ya tiene sus años, pero ha envejecido bien.

Jansen dijo...

Cristian, burócrata eficiente de la poesía suicida, asilvestrado enhebrador de sintagmas, abracadabrante quimerista que tal vez en una reencarnación previa fuera un asesino en serie sumerio... desde la revista/colectivo Sor Juana

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