Carmen Avendaño

 
Nací en Santiago de Chile en 1976, para salir a Suecia y después a México. De vuelta a Chile el 83, de vuelta a México el 93, con un pueblo fantasma bajo el brazo.
México: el privilegio de revivir el castellano y la puesta en práctica de la idea que para ser escritor había que estudiar otra cosa, música, teatro, cine, historia, idiomas. En Monterrey, con Manuel Subercaseaux y Álvaro Ruiz armamos El Árbol: restaurante, librería, galería, editorial, mi primera casa, abierta a los amigos y nido del primer libro, Más allá de la palabra cielo (2002), y de una antología de poesía y cuento (Caja de Viento, 2002), que recogía lecturas realizadas ahí. Uno de los clientes del restaurante se convierte en mi socio de por vida. Dejamos El Árbol para irnos a Pátzcuaro, Michoacán, lleno de árboles gigantes, donde publico mi segundo libro: Madre Sol (2006).

Menciona a:

Chile:
Violeta Parra, Jorge Teillier, Elvira Hernandez

México:
Carlos Pellicer, Ramón Martínez Ocaranza, (y vivos) Guillermo Meléndez, Luis Javier Alvarado, Ernesto Hernández Doblas.


Poesía:
Entre el tiempo y la sorpresa

Después de negarlo hasta aceptar el deseo
no justo después, sino un poco después
entre el tiempo y la sorpresa cae la lluvia
sumergiendo a la ciudad ya hundida en la noche

Las entrañas amordazadas flotan ahora
como medusas libres de corazón o cerebro
a la deriva del aire finamente picado por el agua
que apacigua el ardor de los bloques de pimienta

Una Venus de sal se disuelve en la lluvia
delante de mis ojos que te buscan guarecidos
flotando en el café como en una pecera
donde la saciedad ondula hacia el hambre

El amor es antiguo como azúcar en terrones
golosina de corceles que me llevarán a la tumba
evitándome el encuentro con la soledad perdida
que camina cegada por las manos de la amnesia
dibujando nombres mudos en las lápidas del polvo

(de Más allá de la palabra cielo)


Contradicciones

Yo fui una niña brillante.
De haber permanecido en la infancia
hubiera tenido un gran porvenir.

(de Más allá de la palabra cielo)


Retorno del padre

I

Como no te recuerdo
te imagino parado en el puerto de Estocolmo
se alejan mis años de tu inmóvil figura

De Suecia recuerdo la nieve
duele cuando la tocas

Recuerdo también el verano
mientras más corto más bello


II

Veo una doncella asesinada
La veo echar raíces en la piedra

Veo a tu soledad en la mía
Es una fuente de oxígeno mortal


III

Escucho tu corazón en la distancia
Tu brazo es largo como el hilo del telégrafo

De poste a poste la partitura
cifra en mis manos la letanía
a pulso de fósil cantan ballenas
en un océano de cristal


IV

Tras los anuncios felices
que desfilan por el túnel
las paredes verdeagua
donde el vacío rebota

La realidad es una sueca
que te mira por el reflejo
de la ventana del metro

Los lentes negros
el pañuelo de lunares
las uñas rojas
recorren tus mejillas

Sobre los surcos la cuenca
donde tus ojos se mecen

Por qué ese pájaro
del micrófono
te llama cabezanegra
si el manantial de recuerdos
surge en canosos mechones

Contra el vaivén del vagón
te zapatea una cueca en las manos
en el rostro en el pecho


V

Misterioso sarcófago de lápices
con mi nombre tallado
y todas las formas de vuelo
mariposa y gaviota
Pegaso y colibrí

Todavía conservo el estuche de madera
que me hiciste con tus propias manos
la izquierda desarmada
la derecha automática


VI

Perdido en los sueños
de las calles que alejan
esculpías el ancla
esperando despertar

VII

Madre Mapu
se adelantó

Abrazó con tanta fuerza tu retorno
que al decirle Patria
tu boca se llenó de Tierra

De tu lengua florecida
creció tu hija mi hermana
Bella como la nieve
como el más corto verano

(de Madre Sol)


Hoy he visto a mi muerte
evitó mi saludo.

Blanca en pleno día,
nada sentí por ella.

Como si no fuera ya
la condición de mi existencia,
ni yo la suya.

(de Madre Sol)


El derrumbe de Babel

Eran idénticas
la misma torre
frente a su espejo.
La prueba:
cayeron casi
al mismo tiempo.

Pero esta vez
de los escombros
no surgieron
miles de voces
y acentos.

Era el monólogo
-un verbo contra todos-
de los cañones

Entonces nos-otros
trabajábamos de extras
en la paranoia mundial
y antes de dormirnos
leíamos la televisión
como el Corán.


(inédito)