Santiago, 1974. Poeta y crítico literario. Ha publicado: Ardiendo (poemas), Y si vieras la mañana (cuentos y poemas), Aviso desde Lota (poemas), En tiempos como éstos (cuentos) y An Old Blues Songbook (poemas). Está próximo a editar Ajuste de Cuentas (poemas) y La Orilla Inquieta - Poesía Contemporánea de Valparaíso. En preparación: La Vida Verdadera (cuentos). Sus trabajos, que incluyen narrativa, poesía y crónicas, han aparecido en diversas publicaciones de alcance nacional e internacional.
Carlos Henrickson blog
Elecciones afectivas:
Guido Arroyo
Javier Bello
Germán Carrasco
Gloria Dünkler
Amanda Durán
Damsi Figueroa
Galo Ghigliotto
Marcelo Guajardo Thomas
Elvira Hernández
Sergio Madrid Sielfeld
Guillermo Rivera
Ximena Rivera
Marcela Saldaño
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Ximena Rivera
Marcela Saldaño
POESIA:
POÉTICA BAJO FUEGO
Y claro, a mí y a mis amigos se nos hizo
costumbre. Tanto tiempo con el acero enfrente
-el noble acero de la patria- en esas épocas
revueltas, no sale gratis; todo hay que pagarlo
en esta vida. En fin, el más puro placer estético,
y el más insano de todos. Después, a la hora
en que las cosas se hacen reales, la hora
de los alambres de púas y el gas mostaza,
los que tomamos en las manos las armas
más difíciles debimos pasar por esa emoción
radical y enfermiza, la cerrada noche
reventando en las orejas, el suelo
abriéndose bajo los pies. Im Westen
nichts Neues. Este poema, claro, es un pastiche.
El país no vive en guerra: hace tiempo
que la gente se tapa los oídos cuando
escucha la palabra. La escritura fue la que
se hizo reportes de guerra; no vas a andar
escribiendo el aroma de las colinas
en la primavera, el rojo grequizante
del cielo imposible de estos tiempos, aunque
eso también se viva y con la mayor
de las pasiones. Los reportes
se hacen cada día más cortos, en épocas de paz
los informantes del frente están en extinción.
Nada, nada pasa en Chile. No hay guerra.
Vivimos en la victoria, cantamos toda la noche,
en torno a fogatitas armadas
con papel impreso.
PEQUEÑA CANCIÓN REALISTA
Las manos toman, las manos dejan
caer cosas, para que otras manos
las tomen. En el vago aire pálido,
las cosas se desplazan bajo el imperio
de los dedos, la suave curvatura de las palmas;
ya que impotentes y quietas las cosas
sienten las cadenas del mundo y envejecen
cuando se les olvida. Eso es todo.
En los pasillos llenos de estatuas
marmóreas, bajo la fe incorruptible
de las leyes, los pobres hombres
viejos y encorvados suponen que hay
fantasmas, y que las cosas andan, y que acatan
las manos misteriosas órdenes. Y que todo
se mueve según el leve vals
que desde los parlantes de los edificios
canta, suave. Pero del lado de acá,
en que la primavera aún no detiene
el viento helado, y ese par de ebrios
se aprestan a morir a cuchilladas
apenas salgan del bar, las manos,
por inercia, hastiadas toman cosas,
las dejan caer, y otras manos las toman,
para alguna vez dejarlas caer
también. Llega el momento en que caen
las manos; y son cosas. Son tomadas,
y en un rincón oscuro, alguien hace
quizás qué cosas con ellas.
BALADA DEL DESTERRADO
A Gabriela Urdangarín
Esa hambre, esa extendida
hambre por un suelo. Y esa otra palabra vieja, vieja, que se cae de vieja:
pertenecer. El mundo real
está siempre más lejos,
y cada vez más, de cabeza
uno cae a ese lugar sin nombres,
sin luz ni contornos, que nos enseñó
la verdadera ley del aire: inspirar,
expirar. Todo es así de simple.
Lo que duele es la madre,
el padre, todo este coro
de eco griego que te llama:
sé nosotros, arrímate al fuego.
Pero uno eligió, y está lejos
la carne asada, está lejos
la copa de sangre, aliñada
a la vena, que te hará alguna vez,
o nunca, volver. Esta hambre
es más hermosa que esos gestos
grasosos del diente sobre la carne.
Te van a preguntar dónde estás,
y tú dirás que estás donde perteneces,
y es mentira. Esta larga tierra
de nadie no tiene esa virtud. Tan sólo
al dormir, tocas, con limpio, húmedo labio,
la bandera sin colores del desierto absoluto y abierto
que elegiste.
NIETZSCHE
Al final todo se reducía al par de guardias
en la puerta. El mundo tiene esta justicia
meramente poética, como la de los versos
en su sonora hermandad, y no hay nada
más poderoso o leal: pregunta y ves, siempre,
al frente, la respuesta. Los guardias
son nobles y contundentes: se diría
santos guerreros imperiales. Ya sin el delantal
de cuero, recorrerán las más bellas calles
junto al más bello mar, y bajo el más fresco
aire cortejarán a las muchachas, dejarán
correr el dulce vino en torrente suave.
Y mientras, acá dentro, nada nuevo.
Un montón de alucinados, cada uno
con su verdad única e inapelable, regalándole
a los muros húmedos eco tras eco
de saber y virtud multiplicados. En esta permanente
rebelión, estamos seguros, libres. No hay guerra,
por espantosa y cruel que aparezca,
que dañarnos pueda ya ni un cabello.
Que vomite entonces Alemania su fuego
pestilente, que fruncido el ceño
el mundo asuma sus antiguos deberes, y ya
que proliferan las lenguas y delirios
como obreros camino de la muerte, y ya
que a nadie le importa si esta o la otra
voz, si este u otro libro, que todo verso
es aire, voy
a cantar.
ODA A STALIN, 2006
Смерть решает все проблемы –
Нет человека, нет проблемы.
Stalin, a Anatoli Ribakov, 1918.
Ay la firme y tendida estatura,
yacente. Toda la verdad y simpleza
de un mundo pasan al otro
mundo contigo, capitán. Estamos
llenos de problemas, nada
es lo que parece. Los
funcionarios se mandan solos.
Ya nadie tiene el más mínimo
sentido de justicia. Ay si aún,
aún se asentaran tus plantas
sobre el suelo, imponentes, acaso
tendrían los merecimientos su recompensa.
Tendríamos los que queremos
vivir en la verdad, conservar
las palabras en su casa preciosa de sonido,
ver a los otros en su nítido ser, nosotros
tendríamos lo único que merecemos:
un tiro limpio y rápido en la nuca,
el metal cercenando todas las delicadas
ideas, la vida vaciándose como vaso
dado vuelta en toda su generosa
fluidez líquida. Imagina esos días
purísimos: los funcionarios y los
Dueños de nuestro país y toda su cohorte,
libres de nuestros improperios, nosotros
descansando sin ayunos ni mudanzas ni
lluvia en invierno ni pies cansados
en el duro estío, y todas las bellas
palabras, verdad, justicia, amor,
libertad, pura y limpiamente conservadas
en discursos pulcramente
editados, para que ya no
dañen a más gente. Pero moriste, camarada.
Habrá que seguir en guerra.
NIETZSCHE
Al final todo se reducía al par de guardias
en la puerta. El mundo tiene esta justicia
meramente poética, como la de los versos
en su sonora hermandad, y no hay nada
más poderoso o leal: pregunta y ves, siempre,
al frente, la respuesta. Los guardias
son nobles y contundentes: se diría
santos guerreros imperiales. Ya sin el delantal
de cuero, recorrerán las más bellas calles
junto al más bello mar, y bajo el más fresco
aire cortejarán a las muchachas, dejarán
correr el dulce vino en torrente suave.
Y mientras, acá dentro, nada nuevo.
Un montón de alucinados, cada uno
con su verdad única e inapelable, regalándole
a los muros húmedos eco tras eco
de saber y virtud multiplicados. En esta permanente
rebelión, estamos seguros, libres. No hay guerra,
por espantosa y cruel que aparezca,
que dañarnos pueda ya ni un cabello.
Que vomite entonces Alemania su fuego
pestilente, que fruncido el ceño
el mundo asuma sus antiguos deberes, y ya
que proliferan las lenguas y delirios
como obreros camino de la muerte, y ya
que a nadie le importa si esta o la otra
voz, si este u otro libro, que todo verso
es aire, voy
a cantar.
ODA A STALIN, 2006
Смерть решает все проблемы –
Нет человека, нет проблемы.
Stalin, a Anatoli Ribakov, 1918.
Ay la firme y tendida estatura,
yacente. Toda la verdad y simpleza
de un mundo pasan al otro
mundo contigo, capitán. Estamos
llenos de problemas, nada
es lo que parece. Los
funcionarios se mandan solos.
Ya nadie tiene el más mínimo
sentido de justicia. Ay si aún,
aún se asentaran tus plantas
sobre el suelo, imponentes, acaso
tendrían los merecimientos su recompensa.
Tendríamos los que queremos
vivir en la verdad, conservar
las palabras en su casa preciosa de sonido,
ver a los otros en su nítido ser, nosotros
tendríamos lo único que merecemos:
un tiro limpio y rápido en la nuca,
el metal cercenando todas las delicadas
ideas, la vida vaciándose como vaso
dado vuelta en toda su generosa
fluidez líquida. Imagina esos días
purísimos: los funcionarios y los
Dueños de nuestro país y toda su cohorte,
libres de nuestros improperios, nosotros
descansando sin ayunos ni mudanzas ni
lluvia en invierno ni pies cansados
en el duro estío, y todas las bellas
palabras, verdad, justicia, amor,
libertad, pura y limpiamente conservadas
en discursos pulcramente
editados, para que ya no
dañen a más gente. Pero moriste, camarada.
Habrá que seguir en guerra.
1 comentario:
Un conjunto de muy buenos poemas . El que màs me gusto fue Nietzsche .
Un gran saludo
Marietta Morales Rodrìguez
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