Carlos Soto Román
Valparaíso, 1977. De profesión Químico Farmacéutico.
Participó en los Talleres de Mauricio Redoles en 1995. Ha publicado 'La Marcha de los Quiltros' en 1999 y 'Haiku Minero' el 2007. Ambos bajo el sello Ediciones Independientes La Calabaza del Diablo. Sus trabajos han sido recogidos en la Antología 'Bar' (Ediciones Casa de Barro, 2006) y en el Libro Colectivo 'Pozo' (Ediciones Lanzallamas, 2006). El 2004 obtuvo la Beca de Creación del Consejo del Libro y la Lectura.
Menciona a:
My Way (de La Marcha de los Quiltros, 1999)
Dime Frank
¿Cómo es posible que un
extraño de ojos azules
pueda fumar tranquilamente
la noche neoyorkina,
sabiendo
que lleva a cuestas
la vejez prematura
y el asombro desteñido
en las solapas?
Dime Frank
¿Será suficiente
arrojar 3 sucias monedas
a una fuente de deseos marchitos
o atar una cinta amarilla
a un viejo roble podrido,
para volver a sentirse joven
y vivir noche y día
a una manera distinta?
¿Debo cometer suicidio
en Ipanema, Frank?
¿Será una maldición
lo que llevo
bajo la piel?
Noche Boca Arriba (de Haiku Minero, 2007)
Ahora bien,
sería menester aplicar
el siguiente ejercicio:
Acostarse y cerrar los ojos
imaginando
que no hay nada.
Que todo lo que ves
(que no es nada)
es todo,
e imaginar una espera,
insidiosa, con sabores
monumentales de hambre y fatiga.
Empezarían a aparecer sudores
y un leve temblor esporádico
en las extremidades.
Imagina que tengas que
imaginar tus manos.
Y que tus pasos sean torpes
e inseguros,
como los de un viejo y pequeño Borges
tentado en medio del laberinto.
Se puede despertar, eso sí,
bañado en sangre,
jadeando como un animal en celo.
Se puede despertar, eso sí,
y correr a la cocina
por un vaso de agua.
Corazón Revelador (de Haiku Minero, 2007)
El encierro parte del encierro.
Como de los gusanos es parte
el atravesar la superficie
(como la muerte y las raíces),
el encierro parte
del momento mismo del menoscabo.
Dicen que a metros bajo tierra
es posible oír todos
los rumores del mundo.
Que son sólo latidos, casi imperceptibles
que se vuelven de un momento a otro
como un tronar desesperante.
Dicen que la humedad
es parte del encanto,
y que ésta a veces sofoca,
como la mesurada tristeza
que surge de la imposibilidad
de ver el propio rostro
En el espejo.
El Bar de los Rematados (de Haiku Minero, 2007)
"De los tiburones logré escapar.
Al tigre lo derribé a tiros.
Lo que me devoraron
fueron los piojos"
Bertold Brecht
El vocabulario es escaso
(eso hay que decirlo)
como también se extrañan
los pequeños brillos que,
como chispas que brotan
del contacto de la piedra con la herramienta,
esconden cautelosas algunas secretas ojivas.
Hay que decir también,
que tras la espuma de todos los vasos
alguna vez servidos en este bar,
se podrá apreciar solemne
(bajo ciertos ángulos de la luz)
el color de los sueños de los comensales.
Pero no es sólo el seseo ágil
y casi imperceptible
(cual lengüeteo de víboras),
de las cartas deslizándose
a través de la mesa.
No es tampoco el estruendo,
titánico y arrabalero,
de los dados picando los contornos.
Los parroquianos, uno a uno,
secreteaban nerviosamente la brisca.
Con la actitud serena y sospechosa
de un extraño quiromántico,
iban dejando la vida en el naipe.
Y las pequeñas gotas de sudor
que brotaban mágicamente de sus entrañas,
como perlas en medio de la oscuridad,
fatalmente los delataba.
Uno a uno los comensales, entonces,
abandonaban las cartas
y dejando los vasos a medio servir
atravesaban el misterioso y críptico jardín.
Como los primeros endemoniados,
no era necesario mostrar credenciales.
Uno a uno, con palas y picotas al hombro,
con su inventario personal de miserias,
paso a paso
iban
entrando
al
frío
Jardín.
Sin titulo (de Pozo, publicación colectiva, 2006)
Y en la soledad aglutinante
de estas 4 paredes
coroné mis sueños
cual partículas nocivas
coroné mi propio despertar
de entre los más tocados
en el fondo del corazón
el pozo de los desperdicios.
He aquí la verdadera caverna del hombre.
He aquí el naufragio.
El sol asoma tras las rocas.
Mis manos y mi frente sangran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario