María Inés Zaldívar


María Inés Zaldívar (Santiago de Chile, 1953). Recibió el título de Profesora de Castellano en la Universidad Católica de Chile, el grado de Magíster en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile (ambas universidades en Santiago), y el de Doctora en Literatura en la Universidad de Rugers, New Jersey, Estados Unidos.
Es autora de los libros Reiterándome, o la elevación frente a la negación, ensayo sobre cuentos de Myriam Bustos Arratia (1994), La mirada erótica, ensayo crítico acerca de la poesía de Ana Rossetti y Gonzalo Millán (1998), Literatura chilena: la fructífera producción de un siglo: 1905-2005, (2006) y de diversos textos sobre literatura y crítica plástica publicados en revistas especializadas tanto en Chile como en el extranjero.
En poesía ha publicado Artes y oficios (1996), Seis poetas de la República (1997), Ojos que no ven (2001) y Naranjas de medianoche, (2006).
Actualmente es profesora de Literatura en la Facultad de Letras de la Universidad Católica de Chile en Santiago, y directora de la Revista Taller de letras de dicha facultad.

Menciona a:

ARTE DE CERRAR UNA VENTANA (de Artes y oficios)




Cerrar una ventana sin
apretarse los dedos es
un arte


Cerrar una ventana y
no morir de asfixia
un prodigio


Cerrar una ventana y
no morir de pena
una proeza


pero cerrar esta ventana
con los dedos atrapados
sin huir por la puerta de salida o
de entrada y
decir adiós tras el cristal
con la mano ensangrentada
me conmueve hasta las lágrimas.
NIÑA BAJO LA MESA DEL COMEDOR (de Ojos que no ven)


1. Arriba


Tanto pariente, tantas cosas, tantas casas,
tanto empeño, tanto trabajo, tantos desvelos,
tanto embeleco sobre la cómoda, tanto papel revuelto
por todo el piso y hojas blancas y sucias con pies y
manos y labios en la solitaria pieza vecina y
tanta familia familiar reunida y ruido, y ruido y
tanta foto a color y en blanco y negro y
la familia ante todo, cuidado con las palabras y
el comentario y ese gesto procaz que los niños
uno nunca sabe, el ejemplo, el ejemplo, ¿a ver,
haber?


Tanto orden, tantos cuidados, tanta norma, tanta educación
tanto viaje, tanto comentario, tanta lindura, tan habilosa
tanto cubierto y servilleta y mantel con plato y copa,
tantos manjares, y fuentes y bordados en el mantel.
Tan cumplido es un encanto, un verdadero encanto y
tanto éxito, tanta fineza, tanto deber, tanto deber siempre
para que lo gocemos todos, en postales, en recuerdos,
qué responsable, el deber ante todo el deber siempre
¡qué amor, pero qué amor!


Tanto adjetivo, tanto adverbio, tanto grito
tanta soledad y hambre en el estómago
¿dónde está el sustantivo y la cocinera
y la cocina, para comer con las manos y en silencio?


2. Debajo


Una suave y pesada cortina de pestañas,
una fragante mortaja de lino en el iris,
un destello eterno de luz en la pupila,
ocultan tras un astigmatismo sagrado,
tornasol,
bastillas mal planchadas, costuras desprolijas de vestidos
avaros olores escondidos de ratas que no besan la mejilla,
geografía decadente de venas azuladas sobre lechosos cauces
y una cancha limpia por donde recién
hace un par de horas pasó,
implacable,
la hoja de afeitar.


ROSA ESPINOSA (de Naranjas de medianoche)


Arbusto de talles profusos vestidos de sedas
raíces curvas, hojas doblemente dentadas
pálidas flores de rosa y abultados vientres
rojos llenos de semillas que se llevan el color
para que lo beban niños con falta de apetito.
Rosa Silvestre. Rosa en la cocina. Rosa de pelea.


Arbusto de brazos bronceados cubiertos de vellos
hojas verde oscuro y flores de múltiples pétalos
Rosa pálida, Rosa encendida, Rosa puro blanca,
Rosa amarilla de sol, Rosa azul en busca del té,
Rosa Dulcinea, de corolas compactas y agradable
perfume para ungüentos, aguas, aceites
y cremas, baños, boticas, tisanas y heridas.
Rosa centifolia. Rosa común. Rosa en la sala.


Arbusto espeso con ramas cubiertas de espinas
fruto ovoide y oblongo, brillante y coriáceo
para gárgaras, colirios, cataplasmas y baño ocular
flor siempre flor, suave laxante de penas de amor.
Muda la hoja, cambia el color, difiere el aroma.
Rosa canina. Rosa en la cama. Rosa en la tumba.
Rosa Espinoza.


MEDUSA EN LISBOA (de Naranjas de medianoche)


1.
Camino por calles, subo y bajo,
llego al metro, no de Santiago, de Lisboa
(no conozco el metro de Lisboa)
y entramos.
Mi boleto tiene la forma de una ficha;
una vieja ficha bibliográfica en blanco
y oigo
tienes que ponerla en el control magnético
para salir
(sí, para salir de los túneles)
así de boca, boca abajo,
la superficie de la ficha sobre el control
que es algo así como el quemador de una cocina,
como boca viviente que se abre a la superficie.


Boca con boca la pongo y siento un estremecimiento.
Ruido, luz y energía brotan con violencia
y se estampa una imagen en la superficie blanca,
más que una imagen, un leve relieve,
una pequeña máscara muda.


En un golpe de respiración inhalo aire de conjuro y
un montón de palabras dislocadas como muñeca de trapo
manotean, patalean desarticuladas en mi garganta.


Aterrada te miro, te vuelvo a mirar y
mentalmente tiento el habla.
Un resuello de palabras se desliza salvador
inundando aquel instante con un nombre.
Medusa en Lisboa expelo y te llamo y
converso en el instante unos cuantos adjetivos
salvavidas:


2.


Carita pequeña, leve volumen a cincel
cabal y rotundo de tristeza no aprendida
tu sonrisa es cicatriz de herida siempre abierta
tu dolor es sello para siempre en mi pupila.


Carita pequeña, sólida mueca interminable
de cuencas siempre alertas al horror
me miras helada desde el hueso
desde el hueco interminable de tu ser.


Carita pequeña, burla abierta a la razón
de lengua sin gobierno y cuerpo no vidente,
sonríe aguda risa que chilla en la caverna
y hiela la sangre en las puertas del festín.


Toda tu cara niña es mueca que habla por sí sola:
cara es cuerpo y cuerpo cara.
Tus ojos grandes y vacíos me miran con desprecio
me atraviesan y me clavan como insecto.


En lo que canta un gallo tu pequeña nariz abre
fosas abisales
y huele estrujando mis alientos y vahos escondidos,
mientras tu boca devora a control remoto,
y luego escupe de costado, indiferente,
unos pedazos de mi alma entre los dientes.


Tu lengua brotando del centro de los labios
casi viva en el gris acero de la imagen
contrasta fina y aguda con el blanco de la ficha.
Ella no dice nada, solo mira y escucha.


3.


Recupero el habla, casi, por así decirlo y,
aunque gané algo de tiempo con la treta de los versos,
el impacto de la pequeña máscara blanca
me deja temblando, frágil
como el papel que la contiene,
frágil, más frágil aún.


4.


Desde el fondo de la tierra,
asesinada, perseguida, loca y enferma,
las caras de las hijas de la Medusa,
emergen, leves, desde la oscuridad
cautivadas por la blancura de la hoja.


Las recibo con un pavor agradecido
crepitando
y sin saber qué hacer con ellas
de ahora en adelante.


5.


Entre la distancia que va de un hebra a otra
escondido en la maraña de tu pelo
espíritu desconocido te habita en silencio
te habita.


NARANJAS EN LA NOCHE (Naranjas de medianoche)


Suenan hueco contra el suelo las naranjas del naranjo
al caer
en la noche
sobre la terracita para la hora del té.


Desde la cama tibia
el golpe estremece a la familia
como la paletada de tierra
con una que otra piedra
golpeando el cajón del último enterrado


Son naranjas de medianoche, esas que sangran al amanecer

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